Al día siguiente, fuimos rumbo a otro plato fuerte de la expedición: La ascensión al Cotopaxi. Nos esperaron varias horas hasta llegar a divisar el volcán pero una vez que lo hicimos, fue increíble; me quedé impactada de su grandeza. Antes de llegar hicimos un par de paradas; la primera en el centro de interpretación donde nos contaron la fauna que podríamos encontrar y la segunda fue para ver unas lagunas situadas muy cerca del volcán; ya por fin ascendimos en autobús por unos caminos de arena y piedras hasta los 4.500 metros donde nos pusimos nuestras capas de ropa para combatir el frío y comenzamos a andar lentamente. Cincuenta minutos después llegamos al refugio de José Ribas a 4.800 metros, allí tomamos un chocolate caliente y aquellos que pudimos continuar, ascendimos hasta lograr tocar el hielo a tan solo 1000 metros de la cumbre. Una vez que tomamos las fotos, comenzamos a descender. Mientras descendíamos, disfrutamos del paisaje; nos sentamos algunos minutos y vimos como las nubes jugaban con la cumbre nevada e incluso gritamos al vacío sintiéndonos libre. Una vez que volvimos al punto de partida, y de llenar el estómago, partimos hacia Riobamba.
El quinto día nos esperaba lo que iba ser el tren más alto y peligroso del mundo, la Nariz del Diablo. Comenzamos paseando por Alausí, algo que me gustó bastante porque pude “colarme” en un mercado de allí y disfrutar de unos buenos plátanos comprados tras una pequeña conversación con la vendedora.
Llegó la hora de acercarse a las vías. En un primer momento vi lo que era un vagón de tren bastante nuevo; antes del viaje estuve mirando fotos, vídeos y todo aquello que encontraba sobre Ecuador lo leía, asique otra cosa de la que me había “empapado” era de la Nariz del Diablo. Todo lo que había visto sobre ella era un tren un poco viejo y lo que más me atraía era ir sentada sobre sus lomos, aunque tras enterarme del incidente con unos japoneses tres años atrás, en el cuál uno de ellos falleció por ir en el techo del tren, veía lógica la modernización. Asique una vez esperada la hora y media para que arreglasen uno de los vagones, nos pusimos en marcha. Comenzamos a ver unos bonitos paisajes, al principio, disfrutaba sacando la cabeza por la ventana, haciendo fotos, pero pasados 40 minutos viendo los mismos paisajes, nuestro interés e ilusión se vieron considerablemente disminuidas. Paramos, nos bajamos e intentamos adivinar en la montaña aquello que se hacía llamar “Nariz del Diablo” subimos de nuevo a lo que habíamos pensado que era el tren más peligroso, y volvimos a nuestro punto de partida finalizando así un viaje en tren que comenzó con gran ilusión, pero terminó con gran decepción.
Para continuar el día cogimos de nuevo el autobús y nos fuimos dirección Baños. Llegamos de noche al lugar, pero a pesar de eso, lo primero que me impresionó fue bajarme del autobús, darme la vuelta y encontrarme frente a mí una enorme pared de piedra por la que caía una cascada, cuya agua iba directamente a parar a unas piscinas termales. Las piscinas de aguas sulfatadas se encuentran al pie de la cascada Cabellera de la Virgen, tradicionalmente se emplean para el alivio de diferentes dolores debido a su contenido en minerales. La temperatura del agua que sale de forma natural es de 54 grados centígrados. Así que como es de imaginar nos dimos un baño muy caliente, aunque cabe destacar que existen diferentes piscinas con distintas temperaturas para poder disfrutar de los cambios térmicos frío-calor.
Marta-2009
Deja un comentario